exhibition

Paksa: el partido de tenis y proyectos

09 de octubre - 09 de noviembre, 1997

Margarita Paksa: (re)inicia el juego

Durante los últimos años, la evocación de los sesenta aparece como una obsesión. Se trata de un movimiento constante de actualización que intenta demostrar, más allá de ciertas nociones históricas, la vigencia y la proyección de aquella década sobre este fin de siglo.
En un panorama cultural donde la palabra está anestesiada y donde los proyectos comunitarios han sido clausurados, los ahora protagonistas intentan mostrar con insistencia un desarrollo lineal que supone su origen en la década ya legendaria del pop y el hippismo, las utopías y el amor libre, las luchas revolucionarias y la transgresión artística. Los noventa con su sentido perverso de la responsabilidad histórica deciden convertir a los sesenta en el inicio natural de la actual euforia. Una ficción que necesita de otra ficción para vestir alguna legitimidad; una nueva manipulación para encerrar y anular las densidades de aquellos proyectos que en 1969 terminaron con el virtual suicidio artístico de una generación.
Para la Argentina de los noventa la imagen festiva y rebelde del Instituto Di Tella calma algunas de las intensidades que generaron las fricciones artísticas de aquel momento. Creer en el mito de Buenos Aires capital internacional del pop, junto a las grandes ciudades del norte, es una de las mejores estrategias para aligerar las ausencias y los desencuentros de aquellos años. La historia del arte local repite construcciones que evitan y eluden la radicalidad de sus propios discursos artísticos. Siempre es más confortable atender a las demandas de los lenguajes internacionales y desdibujar contextos y fisuras que nos comprometen. Reconstruir la complejidad de aquel tramado es ingresar en campos de alto voltaje que cuestionan abiertamente las obscenidades y los disfraces de los noventa.
Frente al aluvión de discursos críticos y curatoriales que pretenden tabular las relaciones entre los sesenta y los noventa, y simplificar los campos de batalla, El partido de tenis de Margarita Paksa abre un espacio de reflexión tenso en varias direcciones.
Hay tensión entre su proyecto elaborado y propuesto en 1967 y el trabajo materializado en 1997, treinta años después; hay tensión entre aquel contexto cultural y este contexto de fracasos comunitarios; hay tensión entre aquellas obras que iniciaban el conceptualismo en la Argentina y la actual resolución después de tanta historia y tantas reflexiones artísticas que fueron sedimentando responsabilidades políticas diferentes; hay tensión entre el valor del proyecto pensado para un ámbito físico y artístico como el del Instituto Di Tella y la obra construida en el Museo de Arte Moderno, hoy y ahora en otro espacio real y en otro espacio simbólico; hay tensión entre los objetivos de la recepción inicial en el primer partido de tenis y los niveles de asociaciones ahora puestos en juego y condensados; hay tensión entre la sequedad de los componentes de la obra y su pertenencia a códigos mediáticos y virtuales y la extremosidad y la densidad del campo de experiencias que articulan y ponen en funcionamiento; tan tensión entre aquellos posibles espectadores de los sesenta y sus imaginarios y éstos aquí en los noventa, estos observadores que hoy entran a la cancha de tenis preparada por Paksa para ser recorrida, reconocida, metaforizada, comprobada, pensada, oída, vista, imaginada y reconstruida; hay tensión ante los elementos mismos de la obra: los carteles, el video, dos sectores de la cacha, dos perímetros en el espacio de juego, lo que se prende y lo que se apaga, el sonido y el silencio, la palabra y el vacío.
Este nuevo gesto artístico de Paksa se mueve una vez más en la confrontación de pares, en el sistema binario; pero no se trata del dualismo que se resuelve en una síntesis sino del principio de dos elementos en conflicto, no se trata de la contradicción como tensión interna que sostiene una estructura mayor sino de la oposición de extremos y de opuestos que se aniquilan, son los poderes y sus taxonomías desplegados en su constante sanción y exclusión.
La comunicación en este partido de tenis es directa y múltiple: "Tú eres perdedor" - "Tú eres ganador", dos carteles intermitentes y precisos, la línea de luz de neón que construye el campo simbólico de juego, el video con palabras insistentes y extensas, con imágenes y esquemas con su ritmo de opuestos, el sonido mecánico de un partido imaginario, la red que clausura el luego en su escala y en sus materiales, la cancha de tenis dibujada en el piso disminuida en sus dimensiones, en la misma sala los dibujos que proponen y desarrollan las situaciones de la obra.
"Yo no creo necesario ser fiel o atenerme a la 'letra' de lo escrito, sino recuperar su aliento. Cada vez que enfrento una instalación, lo primero que hago es ver, observar el lugar, el entorno donde tomará lugar la obra" explica Margarita Paksa. No se trata de exhumar papeles ni de rescatar obras del pasado, sino de polemizar a través de su propio discurso de 1967-1968 y confrontar las trampas y señalar las porosidades de 1997, recuperar la memoria y la distancia crítica.

Marcelo E. Pacheco

Texto del folleto de la exposición Paksa: el partido de tenis y proyectos.
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