En su libro "Los Porteños", Manuel Mujica Lainez destaca el don artístico de la familia Pirovano, presente en las distintas actividades que desarrollaron sus miembros, ya sea el orfebre Aquiles, el famoso cirujano Ignacio o el sensible escultor Rodolfo. El doctor Ignacio Pirovano, parte de cuya valiosa colección dona al Museo de Arte Moderno su hermana, la señora Josefina Pirovano de Mihura, se agrega a la larga lista, enriqueciéndola. También él era dueño de un don, el don de ver, de saber ver. Se complacían decir: "Muchos miran pero pocos ven". Su paso por la pintura –género que abandonó prematuramente por afán perfeccionista–, lo muestra poseedor de una pincelada ágil y nerviosa, con la que fijaba la elegancia espiritualizada de sus modelos. Sin embargo, pensando que "la condición esencial de la obra de arte es ser expresión de su tiempo", y convencido de que él no cumplía con tal finalidad, encaminó sus inquietudes hacia otro tipo de creación, la que no perdura en una obra concreta sino que deja su impronta en el transcurrir mismo de la vida.
Su actitud frente al arte y a los artistas fue muy definida. La experiencia espigada en sus viajes, su conocimiento de la teoría de la Bauhaus y el concepto de la "buena forma" decidieron su meta. Pronto se apasionó por la pintura concreta y por los trabajos de uno de sus tempranos representantes entre nosotros, Tomás Maldonado. Éste lo puso en contacto con Georges Vantongerloo en 1950, encuentro que influyó enormemente en su orientación estética. Según lo expresa en el breve pero sustancioso escrito "El Partenón y el Toro" (1978), Vantongerloo le demuestra que componer es " establecerlas relaciones adecuadas entre las cosas". De pronto tuvo la pauta de algo que desde siempre buscaba: hallar la correspondencia entre lo visible captado por nuestros sentidos y lo invisible que lo engendra. El creador que logre llegar a tal unidad alcanzará una armonía suprema, que es al mismo tiempo verdad. Quizás este planteo de raíz clásica lo haya determinado a establecer más tarde un vínculo entre las perfectas proporciones del toro campeón de su cabaña y el templo famoso. El hallazgo dio por resultado –además de la profundización de sus reflexiones sobre el "modelo"– el logotipo de la Fundación Pirovano Cultural.
Con el correr del tiempo, se inclinó cada vez más por las formas artísticas sobrias, concisas, calculadas. A su buen gusto natural envidiable contribuyó sin duda el contacto durante diecinueve años con el patrimonio del Museo Nacional de Arte Decorativo, así como su interés por la industria del mueble y de la madera, que tuvo su foco de irradiación durante treinta y cuatro años en la empresa Comte.
La preferencia por las justas proporciones, por los objetos bien diseñados en virtud de la alianza entre técnica, función y forma, no le impidió disfrutar de otras muestras de arte. Ejemplo de ello fue la entronización del tapiz de Monet en su piso de la calle Parera, así como del en evanescente retrato de Alice; o los pintorescos paneles de odaliscas que obtuvo en un cabaret de la Boca; o su simpatía por el arte naïf o por algunas manifestaciones del pop.
Pero su principal objetivo fue promover, en el mundo diverso que frecuentaba, artistas de la talla (desconocida hasta entonces) de Sesostris Vitullo. Las esculturas que hoy pertenecen al Museo de Arte Moderno se adquirieron gracias al celo infatigable de Pirovano. A los treinta años de la muerte de Vitullo, otras cuatro obras vienen a agregarse, esta vez las elegidas por el coleccionista para su propia casa, sellando así la perdurable amistad del creador y el mecenas con elocuente testimonio.
Impulsó a los pintores Eduardo Mac Entyre y Miguel Angel Vidal a desarrollar un "arte generativo", cuyo espíritu había detectado en Vantongerloo y que halló palpitante en Buenos Aires en esos dos jóvenes artistas, ahora definitivamente consagrado. Estimuló a Enio Iommi para que estudiara en el monumento a Sarmiento de Rodin, invisibles "direcciones", abstraíbles mediante una señalización de las formas. Así Iommi relacionó su propia obra con aspectos de la de Rodin, y junto con Pirovano concluyeron que es posible descubrir una vanguardia futura, anticipada en la presente. O sea que en el Sarmiento se podían adivinar, implícitas, esculturas de Iommi. Tal experiencia fue exhibida en " Art Gallery" en 1975. Los casos mencionados no son sino algunos ejemplos de su constante preocupación por alentar a pintores y escultores mediante un feliz intercambio de ideas. A pesar del vaivén de las modas nunca abandonó a sus elegidos, fiel al credo inicial vantorgelooesco.
Consecuentemente, sus últimos esfuerzos los consagró a ordenar el material que constituye el libro " George Vantongerloo: escritos", que acaba de editar la Fundación Pirovano Cultural, con prólogo y cura del pintor Victor Magariños D., activo colaborador suyo de un mérito documental inestimable.
Su personalidad, vehemente hasta lo impetuoso, curiosa y alerta, su deseo de difundir una determinada actitud apreciativa, poco a poco fue conquistando un medio anquilosado en lo tradicional. Logró que gente en absoluto familiarizada con un arte despojado y adusto pusiera en sus salones cuadros de Maldonado, Hlito, Ocampo, Mac Entyre, Vidal, Magariños D., o esculturas de Iommi, sólo por citar algunos de sus preferidos, casi en el instante en que iniciaban una carrera, en la actualidad exitosa.
Recuerdo que con motivo del "Vivo-Dito" que realizó Alberto Greco en la galería Bonino 1964, Jorge Romero Brest declaro: "Fermento es lo que necesitamos", aludiendo a la urgencia de combatir la inanición y los convencionalismos. Y bien, Ignacio Pirovano podría considerarse como parte de este fermento, de ese catalizador que despertó, con delicada autoridad, en artistas, coleccionistas y aún críticos una manera de "ver" cuya conquista aún perdura en el arte argentino y que la donación hecha al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires ejemplifica.
Guillermo Whitelow
Director
Museo de Arte Moderno
Texto del catálogo Colección Ignacio Pirovano. Donación Sra. Josefina Pirovano de Mihura, que acompañó la exposición Donación Ignacio Pirovano.