exposición

Raúl Soldi en la suma de sus pasos

2 de octubre - 2 de noviembre, 1986

RAUL SOLDI
POR RAFAEL SQUIRRU

RaúI Soldi nació en Buenos Aires en 1905 lugar donde hoy sigue trabajando con inspiración y energía que no se amenguan.

Después de iniciar sus estudios en la Academia Nacional de Bellas Artes de la Argentina partió para Europa en los primeros años de la década del 20 y pasó algún tiempo en Alemania e Italia. Poco después en un segundo viaje ingresó a la famosa Academia Brera de Milán en 1923 y permaneció en ese medio artístico y el de la península itálica casi durante diez años hasta su retorno a Buenos Aires, en 1933. Durante su estadía en Milán frecuentó artistas de renombre en nuestro tiempo, tales como Manzú y Birolli entre otros
Al año siguiente de su llegada viajó por los Estados Unidos, merced a una beca, y desde entonces ha mantenido una afición por explorar otras tierras, lo que eventualmente lo llevó a Israel en 1968 donde pintó un mural en Nazaret.

Debemos acercarnos a la obra de Soldi con el muy especial cuidado que ello demanda. Hay pocos artistas, si es que los hay, que hayan calado tan hondo en la simpatía y la estima del pueblo argentino. El precio de sus obras es una elocuente prueba de lo que digo. Parecería existir una muy particular simbiosis entre la obra de Soldi y el gusto de quienes aman el arte de su país.

Aunque como todos los talentos creativos sus obras pueden rastrearse a diferentes períodos, los cambios en Soldi, que en otros pueden resultar abruptos, en el suyo tienen el fluir apacible de un pródigo río. 
Si se pudiesen invocar a las divinidades griegas más afines y propicias para prestar su apoyo a este artista, pensaríamos en las Nereidas, esas personificaciones acuáticas de las olas, no sólo del mar sino también de los ríos y lagos. Sentadas en sus tronos de oro y cantando melodiosamente ellas se sentirían sin duda muy a gusto con las pinturas de Soldi.

Aún así su inspiración lo ha llevado a la iconografía cristiana y a temas más mundanos como musicantes, gente de circo, paisajes y naturalezas muertas. 

Respecto a lo primero es autor de varios magníficos murales, los más pintados en la vieja técnica del fresco, en una modesta iglesia en el pueblito de Glew que queda en las afueras de Buenos Aires. Soldi allí ilustra la historia de la vida de Santa Ana, la madre de la Virgen, habiendo dedicado para completar este 'capo lavoro' algunas décadas y haciendo así de Glew un lugar de visita obligatoria para quienes quieran familiarizarse en profundidad con la obra del maestro. No puede sorprendernos entonces que a mediados de los años sesenta fuese convocado a decorar la cúpula del Teatro Colón, tarea que cumplió trabajando en óleo sobre telas que luego serían adosadas al techo.

El Colón rivaliza por su belleza con los más importantes teatros líricos del mundo.
El estilo de Soldi se ha vuelto tan familiar para quienes vivimos en Buenos Aires que resulta difícil definirlo. Es algo que se da por descontado.

Empero, esta facilidad de llegar al contemplador y la aparente facilidad de la pintura misma, es el resultado de una larga y estricta disciplina, una tesonera voluntad por parte del artista que nos conduce al dominio del encanto y de la dulzura. Esta dulzura pertenece a lo que Mathew Arnold apuntó como la más cercana a lo trascendental, cuyas cualidades describía como 'luz y dulzura'.

Arnold pensaba que detrás del cosmos existía una fuerza que tendía a la bondad y cuyas características principales eran la luz y la dulzura.

Soldi parecería compartir ese punto de vista. Su toque leve, ya sea manejando el lápiz o el pincel acarician papel o tela, actitud que se hace extensiva a las paredes de sus murales. Más que pintadas las imágenes parecen surgir del mundo de la memoria con ese algo de nostalgia que es característico de nuestra alma nacional. Quizá sea esta particular cuerda del temperamento argentino la que Soldi hace vibrar con la musicalidad de una poderosa y sutil sinfonía que nos recuerda precisamente a 'La Mar' de Debussy o al "bell canto" de los italianos que no dudamos debe deleitar a Soldi. Siempre armonioso, siempre delicado; aquí también debemos recordar la observación de Keyserling cuando señaló que la delicadeza era una de nuestras características suramericanas, una dimensión en la que Borges supo demorarse merced a su comprensión.

Por todo esto, tanto aquí como en el exterior el arte de Soldi se torna particularmente significativo y se hace acreedor a una especial atención en un mundo en que hay demasiado ruido y violencia, que en las palabras del poeta, nada significan. 

Rafael Squirru.

Texto del catálogo de la exposición Raúl Soldien la suma de sus pasos.
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