exposición

Cobra hasta 12 años después

03 de mayo - 03 de julio, 1994

Es para mí un gran placer, presentarles esta magnífica exposición de las obras del grupo Cobra, que durante los meses de mayo y junio de 1994 se realizará en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
Cobra es un movimiento que surgió de la necesidad de varios artistas de expresar un sentimiento de liberación después de la Segunda Guerra Mundial. En concreto se trataba de una forma de rebeldía contra cualquier opresión. 
Esta muestra de más de ciento cincuenta obras representa un punto culminante en las relaciones culturales entre nuestros países. Se hizo posible gracias al préstamo de la colección privada del señor Karel van Stuiivenberg y a las generosas contribuciones de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat y de empresas de mi país, radicadas en la Argentina. 
Quisiera también agradecer muy especialmente al Director del Museo Raúl Santana y su equipo por la cálida acogida de esta propuesta. 
Teniendo en cuenta que el grupo Cobra se originó en Copenhaguen, Bruselas y Amsterdam, la Comisión de Honor cuenta con la presencia de los Embajadores de los Reinos de Bélgica y Dinamarca.
Sólo me resta expresar mi deseo: que el público argentino, tan amante de toda expresión de arte, disfrute de esta muestra.

Baron S. van Heemstra
Embajador de S.M. la Reina de los Países Bajos 


Esta muestra nació de un encuentro fortuito: hace casi dos años, una mañana nublada, apareció por mi despacho hablando bien castellano pero con acento extranjero, el señor Karel van Stuivenberg. Su propósito era dejar para la biblioteca del Musa algunos importantes catálogos del movimiento COBRA; sólo al cabo de un buen rato llegué a entender que el señor van Stuyvenberg no representaba a ninguna institución sino que se trataba de catálogos de su propia colección. 
La conversación fue creciendo con gran entusiasmo de mi parte a medida que me adentraba en algunos detalles de las obras, este holandés radicado desde hace largo tiempo en Caracas, había coleccionado más de cuatrocientos trabajos del movimiento. Recuerdo que cuando me habló de una próxima exposición del matrimonio Kemeny en los Estados Unidos le hablé del texto que sobre Kemeny había escrito Gaetan-Picon; se interesó vivamente y como yo no lo tenía a mano me pidió que se lo enviara por fax.
Precisamente en ese momento, tenía montada en el noveno piso de la sede de la Av. Corrientes, una muestra de patrimonio con algunos importantes artistas de la década del 60. Karel reconoció de inmediato al grupo “Otra figuración” (Macció, Noe, de la Vega y Deira) y recordó que estuvieron en el Pabellón Histórico de la Bienal de San Pablo junto a COBRA y que incluso había conocido a alguno de ellos.
Por supuesto que muchas de las obras de COBRA exhibidas en aquel pabellón pertenecían a su colección. 
Luego de arduas indagaciones y llamadas a Caracas, empezó a surgir el deseo de traer COBRA a Buenos Aires; finalmente nunca se exhibió el movimiento en la Argentina. Recordé aquella magnífica muestra realizada en el Di Tella —que por algunos nombres que también integraron el movimiento- para algunos quedó como una muestra COBRA; pero no era así; se trataba de una muestra de la joven generación holandesa.
Finalmente luego de diversas reuniones con la Asociación Amigos del Museo para analizar las posibilidades de hacer la muestra, llegamos a quien se puso de inmediato y con gran entusiasmo a trabajar para su concreción: me refiero a nuestra querida amiga, la señora Godeke van Heemstra, Embajadora de Holanda, sin cuyo total apoyo esta muestra no se habría realizado.
Ya pasó casi medio siglo desde la aparición de COBRA en el panorama artístico de Europa y este medio siglo no hizo más que confirmar la profunda influencia que el movimiento iba a tener dentro y fuera del continente. Tal vez podemos decir que gran parte de los caminos andados por el arte en los últimos cuarenta años, también se debe -entre otros- al legendario movimiento.
Sería injusto con la heterogeneidad manifestada por sus integrantes hablar de una unívoca concepción del arte. Con el movimiento sólo podemos afirmar la aparición de una tendencia que cuestionará a fondo métodos y conceptos del arte occidental. Retomando diversas poéticas aparecidas en el panorama artístico desde la primera década del siglo, COBRA radicalizó algunas de aquellas experiencias. En este sentido, tal vez haya que poner en primer término al surrealismo y los expresionismos, pero también y fundamentalmente a todo aquel arte que -dándole las espaldas al fragmento histórico que va desde el “trecento" hasta mediados del siglo pasado- se va a nutrir de formas medievales y de la apropiación del llamado arte primitivo de África, Oceanía, América y del arte popular de los países nórdicos.
El movimiento comienza sus actividades en París en 1948. El núcleo básico está integrado por artistas de Copenhage (Jacobsen Bille, Henning Pedersen, Alfelt, Heerup, Jorn, Mortensen, Thommesen, Ferlov, Gudnason), Bruselas (Dotremont) y Amsterdam (Constant, Appel, Corneille, Wolvecamp, Nieuwenhuys, Brands, Rooskens, Lucebert); de ahí surge el nombre COBRA. Se trata de una palabra compuesta por las primeras letras de los nombres de las tres ciudades de donde provenían sus integrantes; pero también formaron parte del movimiento artistas provenientes de otros lugares de Europa. En este sentido COBRA fue un auténtico movimiento internacional.
Pintores, poetas y escultores (muchos de sus integrantes practicaban las tres disciplinas) se amalgamaron en torno a la revista COBRA que en sus diez números de aparición explicitó los ideales programáticos del movimiento. En realidad sería imprudente hablar de programa, más bien habría que hablar de un conjunto de coincidencias ideológicas en torno a la experimentación artística y el énfasis revolucionario que animó a sus integrantes. 
Para aproximarnos al espíritu que animó a COBRA en sus orígenes es necesario, ante todo, ubicarnos en la inmediata postguerra, comprender la profunda crisis que entonces atravesaba la racionalidad europea, sin duda uno de los principales fundamentos de Occidente. (Anoto que no por casualidad Martin Heidegger, uno de los mayores pensadores de Europa hablara entonces de Occidente -en alemán Abendland- remitiendo al sentido etimológico de la palabra: tierra del ocaso). 
Esta crisis generó una profunda desconfianza en la conciencia y las respuestas artísticas no se hicieron esperar; si por un lado muchos caminos del arte se fundamentaban en esa racionalidad, otros aparecieron buscando precisamente lo opuesto: extraen las obras de los estratos más primitivos de lo humano, fundamentan la creación en el viaje a lo más originario del hombre, renacer con la materia en el mismo acto de gestación, lejos de la intervención de la conciencia.
El momento es propicio para arrojar a la realidad imágenes que como las de COBRA parecieran emerger de la inocencia del niño, la visión de los locos o la estridencia de los salvajes. Estas obras que cuestionan armonías y equilibrios parecieran preguntar: ¿dónde el sujeto, dónde el objeto? pues lo que pone en cuestión es precisamente ese dualismo, esencial para la razón occidental. Dubuffet definió muy bien estas estéticas cuando habló de concebir las obras “de espaldas al resultado"; también sus magníficas propuestas de art-brut se inscriben en el espíritu de esas corrientes que con diversos nombres: tachismo, informalismo, expresionismo abstracto, action painting, etc., se extendieron en la década del cincuenta por Occidente como un poderoso cuestionamiento no sólo a los academicismos sino a los más arraigados hábitos de la racionalidad. 
“Hay que cambiar la vida” dijo Rimbaud a fines del siglo pasado. El movimiento COBRA podría suscribir aquellas palabras del gran poeta francés paradigma de la modernidad, pues como afirma Wilhemijn Stokvis en la magnífica monografía que dedica al movimiento: “... no sólo estuvieron poseídos de la necesidad interior de expresarse como creadores con los materiales que caían en sus manos, sino que además pusieron en marcha un movimiento con el que pretendieron hacer realidad sus ideales de una sociedad mejor. Estaban convencidos de que, en ese mundo que pretendían y del que se consideraban anunciadores, la expresión creadora sería un derecho universal y una posibilidad abierta a todos los seres humanos".
Hoy, cuarenta y cinco años después de la aparición de COBRA, no sé qué destino podrían tener estos ideales cuando a lo ancho y a lo largo del planeta se afirman “las caídas de las utopías”. Quizás la disolución del movimiento, acaecida en 1951, fue producto de la intuición de este nuevo espíritu. O no. Individualmente, muchos de los integrantes del movimiento tuvieron un extraordinario crecimiento posterior. 
Hoy no podemos obviar la vitalidad que con sus propuestas antiesteticistas aportó el movimiento al arte contemporáneo; vitalidad que sigue extendiendo sus efluvios en América y en los más alejados rincones de la tierra. 
En este sentido son muchos los lazos y nexos que el legendario movimiento mantiene con la actualidad. 
Frente a este magnífico conjunto de obras que hoy enorgullecen al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, quiero repetir con un énfasis muy especial lo que otras veces dije citando a Hölderlin: “Pleno de méritos, pero es poéticamente como el hombre habita esta tierra”.

Raúl Santana
Director del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires
Diciembre de 1993.

Textos del catálogo de la exposición Cobra hasta 12 años después.
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