exposición

En Bélgica, el Art Nouveau: 1893-1905

1 de junio - 29 de julio, 1990

Prefacio

Mientras se apagaban las últimas luces del siglo XIX nacía en Bélgica una nueva expresión artística, sorprendente y fascinante: el Art Nouveau. Ella va conquistando cada día más y más creadores que la hacen suya, remodelan sus formas, varían sus materiales y técnicas aunque conservando su esencia y su referencia a lo bello. 
Nos agrada contar -más allá de nuestras fronteras- la historia de estos artistas que dieron forma a nuestro universo cotidiano. Sin embargo, nos complace de antemano, el hecho de poder hacerlo al borde del Río de la Plata, en donde no hay que demostrar que sus habitantes supieron apreciar y adoptar esta expresión de un arte de vida lleno de fervor y de invención. 
La presencia en esta Exposición de muebles realizados por el creador Liejés SERRURIER-BOVY para un casa argentina le da aún más sentido a este proyecto. 
Esperamos que esta Exposición permita descubrir al público argentino un eslabón más de la historia común de nuestros pueblos. Y confiamos en que ayude a estrechar aún más los lazos de amistad que nos unen. 
Todos aquellos que han participado a este proyecto, reciben aquí la expresión de nuestro más profundo reconocimiento. 

Roger DEHAYBE
Comisario General de Relaciones Internacionales
de la Comunidad Francesa de Bélgica.

Un arte nuevo en Buenos Aires 

El «Art Nouveau» comenzó a formar parte de la vida de la ciudad de Buenos Aires a fines del siglo pasado, principalmente a través de la revista «Caras y Caretas» cuyo isólogo resumía todas las sinuosidades características del estilo. «Caras y Caretas» era un semanario de actualidad tanto local como extranjera y en su equipo de colaboradores figuraban numerosos dibujantes e ilustradores de verdadera capacidad. En muchas de sus hojas, los retratos o los poemas aparecían enmarcados por ondulantes orlas decorativas de Castro Rivera, alternando con dibujos de Aurelio Giménez. En sus páginas era común encontrar también modelos de vestidos europeos o alhajas «de última moda» junto a publicidades de elixires para el cabello en los que hermosas mujeres aparecían con sus serpentean tes cabelleras al viento, o anuncios de cigarrillos compitiendo en sus diseños publicitarios de acuerdo al nuevo sentir. 
La República Argentina estuvo al tanto del gusto y las tendencias europeas a través de los viajes, de revistas, de novelas y otras publicaciones entre las que destacaremos aquellas relativas a la arquitectura y la decoración. Sin embargo, para penetrar más en profundidad en el significado de esto, debemos recordar que desde largo tiempo atrás profesionales extranjeros se habían sumado a los argentinos en lo que a arquitectura se refiere. A ello debe agregarse el cada ver mayor número de inmigrantes que llegaba al país, con sus costumbres y recuerdos de los lugares de origen. Nada significó que la Argentina estuviera en «los confines del mundo»: las costumbres locales se fusionaron con las de quienes llegaban, que por otra parte lo hacían de todos lados. Este estilo tan diferente de todo lo anterior, había comenzado a penetrar a las casas por medio de objetos de uso cotidiano tales como juegos de tocador, vajilla o adornos. Estos se compraban en las grandes tiendas, como «El Bazar La Luna» o «El Bazar París», en las joyerías, o se adquirían en el viejo mundo durante los viajes de placer. Los arquitectos, por su parte, tanto distorsionaron o exageraron las líneas del Luis XV, como diseñaron francamente de acuerdo al nuevo estilo, una de cuyas obras mereció el primer premio Municipal de fachada en el año 1903, al «Petit Hôtel» construido por el arq. Lemmonier en la calle Lima. 
Si tuviésemos que hablar de influencias deberíamos insistir en que las hubo de diferentes orígenes y que de una manera u otra cada uno tuvo su parte destacable. Esta excelente exposición que la ciudad de Buenos Aires tiene el placer de disfrutar nos permitirá tomar contacto directo con la obra auténtica de maestros del Art Nouveau belga, hasta ahora conocida a través de libros o películas, especialmente por los estudiantes de arquitectura. 
Es posible que para los amantes de la ciudad, que han recorrido sus calles, les sean familiares los zaguanes cubiertos de azulejos y algunos frentes en los que aparecen incrustadas piezas cerámicas de colores. Pues bien , muchos de esos maravillosos azulejos de diseños estilizados, planos o en relieve, simples o formando cuadros, provienen de la fábrica belga Helman, que en Buenos Aires tenía por distribuidor a la Compañía Comercial Sud-Americana, o de la fábrica Boch-Frères de La Louvière. 
Un caso particular fue el encargo realizado por la familia Ortiz Basualdo a Gustave Serrurier-Bovy para amueblar varios de los ambientes de su casa veraniega en la ciudad de Mar del Plata. Son especialmente destacables el comedor, así como los dormitorios, en donde el motivo decorativo de los muebles se repite en las cortinas. Una mención especial queremos hacer respecto a los medios puntos formados por piezas cerámicas vidriadas cuyos motivos centrales son una cabeza femenina, de perfil y con largos cabellos, que coronaban las ventanas de un «petit hôtel» que existió en la esquina de las calles Arenales y Riobamba, las piezas están selladas al dorso: UTSCHNIDER-JAUNEZ & C.A. JURBISE-BELGIQUE-C.H. MICHELET D. La presencia de las obras que integran la muestra que nos visita serán, sin duda, por lo particular de su propuesta, un nuevo punto de arranque para un estilo que cada vez tiene más interesados en nuestro país. 

ARQ. JOSE MARIA PEÑA
Director 
Museo de la Ciudad 
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires

Premisas del Art Nouveau 

El Estilo Moderno ocupa solo un período muy breve, aquel de los años 1900. Pero ésta fue una época privilegiada, ya que tal como lo escribe François Mathey, «en ella todas las artes parecían haber encontrado su expresión exacta dentro de una perfección común, respondiéndose, substituyéndose unas a otras sin subordinación, tan íntimamente solidarias se encontraban».
La arquitectura, la pintura, la escultura, se integraban en una misma expresión. El autor debía participar con la misma dosis de talento en cada una de estas disciplinas que iba asociando, unas con otras, en sus creaciones: fue el apogeo de las Artes de la Decoración. Sin embargo, el Art Nouveau permaneció totalmente desconocido por largo tiempo y no es sino después de la segunda guerra mundial que cobró un renovado interés. Esto se explica por el hecho de que los movimientos de los años veinte y treinta (Bauhaus, De Stijl, Ecole Constructiviste) no habían visto en la arquitectura del principio de siglo nada más que otra de las numerosas fallas del siglo XIX, y en sus ornamentos, la característica misma de la anti-arquitectura. La perspectiva del tiempo nos permite hoy considerar el Art Nouveau dentro de su complejidad y descubrir, más allá de las apariencias, sus ambigüedades y su dualismo: «dualismo en el sentido que el clima de la vida cotidiana era práctico y positivista, sin ninguna apertura a las teorías estéticas de la época. Los teóricos se queda ron en sus torres de marfil. Puede que el interés por esta época venga del hecho de que conocemos muy bien los parámetros del problema: por una parte, la presión materialista y técnica; y por otra, la concentración del arte en regiones estéticas y especulativas accesibles sólo para iniciados» (1).
El Art Nouveau se inscribe en su época y al mismo tiempo la rechaza, acepta la técnica sin medir las consecuencias, utiliza el aporte de nuevos materiales pero se opone a la industrialización y a la fabricación en serie, que sin embargo van a utilizar los movimientos inmediatamente posteriores -los mismos problemas se habían planteado ya en la Inglaterra de fines del siglo XIX. 
Los arquitectos innovadores de fines del siglo pasado se oponen a todos los estilos históricos, sean éstos de inspiración académica y reflejo del repertorio clásico, o de aspecto neo-gótico (por aquel entonces, la arquitectura gótica era considerada como «arquitectura nacional francesa», la única «católica»). 
Las nuevas creaciones van a combinar con toda naturalidad los materiales contemporáneos. Por ejemplo el hierro, material industrial, era sólo utilizado, desde el siglo pasado, para la construcción de pabellones de exposición, edificios públicos y utilitarios, tales como la biblioteca de Santa Genoveva de Labrouste (París, 1843), los invernaderos de Kew, cerca de Londres (1848), el «Cristal Palace» de Joseph Paxton (Londres, 1851), los invernaderos de Laeken (Bélgica) de Alphonse Balat (1872), la Galería de las máquinas de Dutert y Contamin (París 1889). Este nuevo material se utiliza por primera vez en las casas de la burguesía por Hankar y Horta, quiénes lo modelarán en soportes de formas estéticas.

Suzette HENRION-GIELE 

(1) S. TSCHUDI-MADSEN, L'Art Nouveau, Paris 1967. 

Textos del catálogo de la exposición En Bélgica, el Art Nouveau 1893-1905.
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