Cado foto de Horacio Coppola, en esa integración que tiene con lo sugestión del misterio, recuerdo la significación poética que asegura: "está el retrato al borde de los años / como una mano que al ayer se toma" Porque en el arte de Coppola cada foto es un retrato, con toda la cargo vitalmente dramática que la palabra aprisiona. Un arte no ya de humanización, éste de Coppola, sino, como diría Dante, de trans-humanización; porque en cada superficie, monocroma a policromo, el artista consigna no la imagen visual del objeto, sino el contenido vital de una presencia.
Fuere la cosa que fuere representada, el arte de Coppola está más allá de la cosificación, para abordar lo sensible, la arriesgada aventura de poner al descubierto la hondura de una intimidad y el secreto de una vivencia. Y porque desde lo de afuera alcanza la temática de la profundidad, y porque unificando la apariencia difunde la infinitud, este arte real y abstracto de Coppola, es a la par, revelación de ciencia y descubrimiento de arte. Es para un tipo de arte así, tan lleno de futuración moderna y tan sabio de proyección clásica, que cuadro la difícil inteligencia que los geómetras griegos, allá en los albores de la etimología feliz, sintetizaron en la sabiduría gozosa de la palabra: Epifanía, que sencillamente significa "lo que desde dentro se demuestra arriba", y a la vez "revelación tangible".
En la edad actual, por sobre todas las radiaciones certeras a disparadas al azar de las tendencias expresivas, el arte de Coppola se eleva con ese signo augural de ser una revelación tangible de la vida en los innumerables dimensiones de lo conocido y de lo desconocido, de lo ya sabido y de lo par saber, y por eso, contiene, vibrante y perfecta, la indestructible dimensión de: EL HOMBRE. Y en el hombre y por el hombre, lo humano.
Ahora, ante la proyección cuadruplicada de cuatro decenios de visiones, el tiempo se alinea como una escala armoniosa hacia el ayer inmortalizado en el cuadrángulo de la fotografía. Toda una vida y todo un mundo. Y en ese mundo toda la vida, y en esa vida todo un mundo. Seres y cosas vivientes y viviendo, pero en esa admirable visión, que alcanza el punto más alto del ideal de belleza, en la inmutabilidad de la grafía y en el encantamiento del ritmo plástico Y todo ello realizado en esa sapiencia einsteniana de lo binominal en el tiempo que es espacio y en el espacio que es tiempo, porque en el arte inconfinable de Horacio Coppola: "... está la foto al borde de los años, como una mano que al ayer se toma".
JUAN FRANCISCO GIACOBBE, 1969
Texto del catálogo de la exposición Horacio Coppola: cuarenta años de fotografía.